Actualizado el 14 de junio de 2013.
Hoy he hecho las labores propias de un reportero gráfico para el trabajo final de la asignatura La Imagen en el Periodismo junto a mis compañeros Fernando Padilla, Karla Hernández, Pablo Chueca, Lorena González y Hugo González (aunque este último se encontraba allí con motivo del reportaje audiovisual que el mismo grupo presenta sobre la temática para otra asignatura y en el que yo no participo). Y lo enuncio así porque a diferencia de ellos, mi presencia en la asignatura se justifica por mi interés por este tipo de fotogragría, por lo que en la asignación de roles, ellos tenían claro que mi aportación al texto sería escasa desde el momento en que me ofrecieron unirme a su grupo.
La implicación con el tema que les noté (hasta han montado una campaña paralela de recogida de ropa y alimentos a favor del asentamiento), el reto que figuraría para mí enfrentarme a una situación complicada de fotografiar con la “red de seguridad” que suponía que su fin último fuera un trabajo académico, que de otra forma, sabiendo lo bien cubierto que estaba por el colega Andrés Gutiérrez con su trabajo Among the Shadows, no me hubiera planteado; fueron claves para no decantarme por hacerlo con otros compañeros.
Las circunstancias (mi viaje a Barcelona coindía de pleno en las fechas para el desarrollo del reportaje) y la urgencia de la fecha de entrega hacía presagiar el resultado final, pues si bien los redactores habían hecho un buen trabajo de campo y habían visitado varias veces el asentamiento, por mi parte yo no pude tener esa toma de contacto necesaria para que la cámara no intimide, y así me vi obligado a renunciar a fotografiar momentos de mayor interés (a pesar de ser consciente de ello) por la voluntad de las personas que allí viven.
Es cierto que hubo un caso en el que logré establecer una toma de contacto positiva, pues accedió a concederme un retrato, y con respecto al resto, nuestra presencia no representaba una amenaza al clima habitual del asentamiento, por lo que mejorar los resultados hubiera sido posible en el caso de continuar las visitas, pero no será el caso, puesto que el trabajo ya está entregado y considero despreciables las aportaciones que pueda hacer al trabajo de Andrés que comentaba anteriormente.
Como conclusión, y teniendo presente el consejo de Arturo Rodríguez, quien me transmitió lo que antes le dijeron a él: aquí no publicamos excusas, publicamos fotografías; no he conseguido contar la historia de estas veintisiete personas que, por diversos motivos, se han visto abocados a vivir en los alrededores del Terrero Municipal de Lucha Pancho Camurria de Santa Cruz de Tenerife, pero analizar la vivencia y haberlo experimentado me valdrá para el futuro.